El Jardín. Una Parábola
LA MEDITACIÓN (II)
Consiguió ponerme recto y tuve que admitir que me sentía bastante bien.
– ¿No debería cruzar ambas piernas sobre mis muslos como en las imágenes? – pregunté.
– ¿Un loto completo? Si puedes está bien, pero para ti no es posible hasta que practiques más. Lo principal es sentirse totalmente cómodo, para concentrar la mente, sin preocuparte de lo que te duelan las rodillas. Si lo deseas, incluso puedes sentarte en el banco – explicó con celeridad, colocándose a mi lado en loto completo.
Cerré los ojos y entré en un estado de paz, en el tranquilo Jardín, el Jardín de mi Dama Dorada; y de nuevo, le tenía ante mi rostro.
– ¿Qué, te vas a dormir? -preguntó.
Abrí los ojos y los fijé justo en un dibujo esculpido frente a mí en la pared.
– La gente de aquí, ¿meditáis con la mente o con los ojos? -preguntó de nuevo.
Le miré enojado:
– Bien, si no puedo cerrar los ojos ni tampoco abrirlos, ¿qué quieres que haga?
– Mírame – dijo sentándose con la cabeza firme y erguida, pero con los ojos entreabiertos, mirando ligeramente hacia abajo, sin enfocarlos en nada en particular, como si estuviera en una especie de profundo ensueño, y me percaté de que aquél era el quid de la cuestión-. Si te distraes mucho los puedes cerrar, pero piensa que tu mente está muy habituada a dormirse cuando los .cierras , y quizá te resulte difícil. No obstante, asegúrate de no abrirlos demasiado o empezarás a mirar a todos lados, y procura también que el fondo frente a ti sea liso, como una tela o una pared de un solo color, y sin nada ‘que se mueva y atrape tu ojo o distraiga tu mente.
Así lo hice, y sentí que mi mente entraba en un estado de enfoque claro. Me preparé para vaciar mi mente…
Pero él estaba de nuevo de pie, corriendo de un lado a otro, y yo ya desesperaba de poder meditar con éste, el mayor maestro de meditación.
– ¿Ahora qué?
– ¿Oyes algo? – preguntó con ansiedad.
Bajé los ojos y me concentré. Lo único que podía oír era el tintineo familiar de la fuente.
– Sólo la fuente allí, en la pared – respondí.
– ¡Tengo que irme! – exclamó, corriendo hacia el banco y disponiéndose a recoger las tacitas.
– ¡Qué! – salté – ¿todo este trabajo para que ahora te marches? ¿No puedes quedarte un par de minutos y dejarme meditar a tu lado?
– Imposible – anunció -. Ruido, ruido. No es bueno para la meditación. Debería haberlo notado antes. Es imposible meditar si hay ruido a tu alrededor -dijo señalando la agresiva fuente.
-No es tan fuerte – dije-. Vamos, inténtalo.
Kamala Shila me miró seriamente:
– Me pediste que te mostrara el Sendero. Te dije que no hay Sendero sin meditación. Tienes que elegir: tu bonita fuente o tu meditación. Tu vida tal como es y cómo fue la de tu madre, o la Libertad. La Libertad o la fuente.
A partir de ahora en tu vida siempre habrá tales dilemas.
Me voy.
Miré a mi alrededor con desesperación y mis ojos vieron los ladrillos colocados en círculo alrededor del tronco del algarrobo. Cogí uno y lo coloqué en la boca de la fuente, y el agua se detuvo.
– Por favor, ¿podemos meditar juntos ahora? – pregunté suavemente.
– ¿Por qué no? – se rió él compulsivamente, y nos sentamos en la hierba, tranquilos y listos para estar en paz.
El alegre hombrecillo se transformó ante mis ojos. La mano izquierda bajó hasta su regazo, luego colocó la derecha encima, también con la palma hacia arriba; los dos pulgares se tocaban ligeramente, un poco separados de las palmas. Su rostro animado cambió en un instante a un semblante sereno, totalmente relajado y tranquilo, una tranquilidad tan poderosa que parecía succionar todo el Jardín, era un reino de silencio total. Yo había ansiado aquella tranquilidad, una tranquilidad que nunca en mi vida me había permitido, y me quedé sentado a su lado, expectante.
Afortunadamente, por vez primera, Kamala Shila permaneció tranquilo, al menos durante unos momentos.
Luego me susurró:
– ¿Hemos hablado ya del calentamiento?
– Sí, sí – susurré con urgencia, esperando que se quedara quieto -, recuerda, ya lo hicimos.
– Aquel calentamiento no – volvió a susurrarme-.
El otro calentamiento.
– ¿De qué estás hablando? – dije con aprensión, temiendo que volviera a incorporarse de un brinco. Pero se quedó sereno y con sus palabras me dirigió.
– Si deseas acompañarme hacia la auténtica meditación, debes preparar tus pensamientos. En caso contrario te quedarás rezagado.
– Enséñame, por favor.
– En primer lugar, observa tu respiración, siente tu aliento entrar y salir. Trata de contar diez respiraciones sin apartar tu mente de ellas. Empieza con una exhalación seguida de una inspiración: esto sería una respiración.
Procura contar diez. Al principio, si eres honesto, no podrás llegar a diez antes de que tu mente se aparte y vagabundee hacia otro lado.
Lo probé y vi que tenía razón. Nunca pasé de cuatro antes de que mis pensamientos volaran hacia el Jardín mismo y hacia Ella.
– Es suficiente – susurró tras unos minutos -. El objetivo de observar la respiración es dejar tu mente en un estado neutro, apartarla lentamente de los remolinos de tus pensamientos mundanos para empezar a enfocarla hacia el interior. Observar la respiración no es en sí mismo lo que nos liberará.
» Ahora, piensa un momento por qué estás aquí: buscas el Sendero, sé que buscas una explicación a la muerte, la muerte de una mujer buena, y a la fuente .de sabiduría que has encontrado en otra. Decide que no buscarás la respuesta a estas preguntas en otro lugar; de hecho, en otro lugar ni tan siquiera se formulan. Los niños preguntan por qué la gente buena ha de sufrir y morir, y los adultos les enseñan a sus hijos a no hacer más preguntas, y estos niños se transforman en los adultos que les dirán a sus hijos: «estas preguntas no tienen respuesta». Decide por qué vas a meditar conmigo. Decide, aquí y ahora, que lo harás por un objetivo real, por un objetivo verdadero, y que buscas estas respuestas en el Sendero. No malgastes tu vida, ni tan siquiera los pocos momentos que pasaremos aquí juntos, en otro objetivo menor.
Reflexioné en sus palabras y sentí su veracidad, sentí la alegría de estar en lo justo al meditar por esta razón.
– Seguidamente, antes de empezar a meditar, pide a los Iluminados que vengan; que venga también tu Maestro del Corazón, tráeles aquí para que nos guíen y ayuden.
No puedes verles ahora, pero lo harás; si existen realmente, si son quienes se supone que son, oirán tu mente y Ellos vendrán. Pídeles ahora de modo sincero, con profunda reverencia que vengan y vendrán.
Así lo hice, y creí sentir Su presencia cerca de mí. Mi corazón saltó con alegría y devoción.
– Antes de sentarnos nos hemos postrado ante ellos; ahora póstrate de nuevo mentalmente, ya que debo decirte que el día en que les veas realmente, de modo natural te lanzarás a sus pies feliz y lleno de reverencia.
De nuevo, actué como me sugirió y me sentí feliz y contento.
– Bien, bien, continúa tal y como te digo. La gente sincera del mundo desea meditar, pero se dan cuenta de que son incapaces de alcanzar las cimas y profundidades de la meditación, pues no saben entrar por la puerta de la misma que te enseño ahora. Imagina, a continuación, el cielo entero.
Así lo hice, imaginé mentalmente el ancho cielo azul de mi hogar en el desierto.
– Llénalo totalmente de rosas de dulce color carmesí y de color marfil para ofrecer a tu maestro del Corazón y a los Iluminados, y pídeles dulcemente su ayuda.
Lo hice, y de nuevo me sentí feliz y contento, incluso antes de meditar, y mi mente se sintió un poco más cerca de la meditación profunda.
– Aún nos quedan un par de etapas. Limpia tu consciencia, puesto que nadie puede meditar a menos que la tenga clara. Esta es también la razón por la que muchos encuentran difícil meditar, y por la que nunca acceden a los milagros de las interioridades de la meditación. Tu corazón debe estar limpio, tu vida debe ser limpia. Piensa seguidamente en cualquier cosa que hayas hecho, cualquier cosa que hayas dicho, o incluso cualquier cosa que hayas pensado y que haya perjudicado a otro; admítelo, sé totalmente honesto contigo mismo; lo hiciste, asume que no era una virtud y que intentarás no repetirlo. Limpiar tu consciencia y tu corazón abre las puertas de la meditación a tu mente, algo que nunca antes creíste posible.
Me senté plácidamente y reflexioné; no encontré grandes maldades, pero sí muchos pequeños perjuicios diarios hacia otros, y los limpié de corazón.
-Bien, bien. ¡Esto es realmente divertido! – susurró con alegría -. Unas cuantas etapas más. Haz a continuación lo opuesto, piensa en todas las cosas buenas que haces, todas las cosas buenas que has dicho a otros, todos los pensamientos buenos y puros que has tenido y tienes, ah, y de paso recuerda la bondad de cualquier otra persona, desde tu Maestro del Corazón hacia abajo, y simplemente… alégrate, sé feliz y regocíjate por ello, de todo lo que es bueno.
Lo hice, y al limpiar mi consciencia sentí un equilibrio correcto y apropiado. Sentí en mi mente un estallido de buena energía y sed por la meditación, como si fuera un caballo dispuesto, listo para correr.
– Ahora, pídeles guía a tu Maestro del Corazón y a los Iluminados. Y que sigan apareciendo ante ti, de todas las maneras en que los Iluminados pueden aparecer (y tú ni siquiera eres capaz de imaginar las maneras y los lugares en que pueden aparecer ante ti). Pídeles que vengan como tus maestros, tanto como los maestros que lo parecen, como en la forma del mundo y la gente a tu alrededor, siempre enseñando y guiándote por el Sendero.
Con un profundo sentido de reverencia, que me llevó ya a la meditación, seguí.
– Y, finalmente, pídeles, con sinceridad, que siempre estén cerca de ti, de un modo visible o invisible, protegiéndote y acercándote más a Ellos.
Así lo hice, y por la bondad de dichos pensamientos caí en un profundo estado de meditación, de calma total, que, por supuesto, el gran Kamala Shila parecía no poder tolerar.
– ¿No es bonita esta paz? – susurró.
– Oh… sí… – apenas podía articular palabra.
– ¿Y en qué estás meditando? -volvió a susurrar.
– He vaciado mi mente, estoy intentando no pensar., y los pensamientos que tengo, simplemente los observo mientras pasan.
De algún modo, en un instante, su pequeño y pesado cuerpo se trasladó por el espacio entre nosotros dos y de nuevo estaba allí, frente a mi rostro, esta vez muy enfadado:
– ¡Locos! ¡Los locos aún están vivos! Los locos con los que creí haber acabado en los grandes debates, ¡hace más de mil años! ¡Me voy! Se dirigió hacia el banco y sus pequeñas tacitas santas.
– ¡Espera! – volví a la carga -. ¿Qué he hecho mal?
Dime, ¿qué he hecho mal?
Se sentó delante de mi, con las piernas cruzadas en la hierba, respirando con pesadez, intensamente, acercando su rostro al mío. Luego, suavizó su mirada y preguntó con cortesía:
– ¿Quieres ayudar a tu madre?
– Por supuesto – dije -, ya sabes cuál es mi búsqueda.
– Entonces piensa, ¿qué beneficio aporta sentarse para vaciar la mente durante una hora? ¿No hacen lo mismo animales como el conejo? ¿No hacen lo mismo los borrachos que se desmayan después de vaciar sus jarras de licor? ¿No se vacían y tranquilizan sus mentes un rato?
Ven, piensa y dime, ¿por qué crees que meditamos?
– Porque buscamos la verdad, y la verdad está en el silencio de la meditación.
– Esto sólo es cierto en parte. La meditación no es más que un instrumento, no es un objetivo en sí. Es como un hacha, un hacha afilada con la que cortamos un tronco. Cortar el árbol es la sabiduría: la sabiduría última, y esto es el corazón del Sendero. Meditar por el simple beneficio de meditar es como quemar un hacha como leña para el fuego, en vez de usarla para cortar madera.
– ¿Cuál es el objetivo del Sendero?
– Supongo que encontrar alguna respuesta a la pregunta:
¿por qué mi madre murió de un modo tan doloroso, por qué tuvo que morir, por qué todos, buenos o malos, debemos morir, sufrir y morir; porqué la vida, todo el trabajo de una vida y sus frutos se convierten en destrucción y dolor? Para mí, este es el objetivo del Sendero.
– Bien, es justo lo que debe ser. Por tanto, si pudieras sentarte durante horas, días o meses y lograr vaciar tu mente, ¿encontrarías así las respuestas, te liberarías de la enfermedad y de tener que perder las cosas y la gente que amas; te liberarías de envejecer; se detendría el desgaste día tras día de la energía de tu cuerpo y mente, en una palabra, te salvarías de morir?
– Supongo que, incluso si pudiera sentarme y vaciar mi mente, y quedarme tranquilo, en paz y quietud por largos periodos de tiempo, y me sentara en el frío y la lluvia y en el calor del sol; supongo que tienes razón, igualmente llegaría un día en que enfermaría, envejecería, llegaría a ser incapaz de sentarme aquí, y moriría.
– Entonces, por favor – me susurró con urgencia, por favor. . .sígueme y aprende la verdadera meditación y a usarla para nuestros objetivos verdaderos -. Se volvió a instalar cerca de mí y, esta vez, se sentó con una determinación que, presentí, indicaba que no se volvería a levantar.
– Hay tres, tipos de meditación – empezó, sin moverse de su postura meditativa -. Para la primera, te pido que coloques en tu mente una imagen de tu Maestro del Corazón.
Lo hice con facilidad y esperé, ya que verla a Ella, aunque fuese a través del ojo de mi mente, siempre me traía consuelo y descanso.
– El primer enemigo de la meditación – susurró de nuevo -, es un tipo de pereza: sencillamente no gustarte meditar. Y por esto es bueno, tal y como hemos hecho, recordar la urgente y sagrada necesidad, de la meditación.
… continuará …
Preciosas enseñanzas del Gran Meditador Kamala Shila.
Fuente: El Jardín. Una Parábola – Gueshe Michael Roach – Ediciones Amara
Permiso para reproducir este capítulo: Isidro Gordi – Ediciones Amara.